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30.6.12

Pain is inevitable, suffering is optional.

29.5.12



Corrían pasadas las dos de la madrugada. Estaba haciendo tarea, no importante, no necesaria, pero no sé por qué en ese momento se me dio por hacerla. Escuchaba esa música triste, esa que es más para cortarse las venas que para otra cosa; pero yo no me cortaba las venas, yo hacia tarea. Pensando en el pasado, una lágrima decidió salir de mis ojos. Recordando viejos momentos, un suspiro quiso darse a conocer. Por mi mente no dejaban de aparecer momentos junto a vos, momentos de risas y de llantos, lindos y feos, más que nada lindos, pero en todos ellos aparecías. Por mi mente aparecían hasta recuerdos que no recordaba, cosas que mi cabeza había borrado por alguna extraña razón, pero aparecían de nuevo, las recordaba. Pasaron segundos, minutos, horas y ya esos recuerdos comenzaron a ser nostálgicos, comenzaron a hacerme mal, comenzaba a extrañarte, a necesitarte. Otra vez esa horrible sensación, ese nudo en la garganta, esos ojos brillosos, esas lágrimas en mis mejillas, en mis labios, en mi pera, algunas decidían recorrer mi cuello donde me hacían cosquillas, pero no quería reírme, las detenía con mis manos, solo las tocaba y desaparecían, pero otras llegaban. No lograba sacarlas todas, cada vez más consecutivas, cada vez más lagrimas salían de mis ojos, cada vez mis manos necesitaban acercarse a mis mejillas más seguido. Me hacia mal recordarte, recordar cualquier cosa con vos, recordaba un momento lindo, pero yo lloraba, no lograba detenerme; valla uno a saber por qué. Ya solo recordaba tu imagen y otra lágrima caía. Comencé a preguntarme por qué tanto mal me hacía pensarte. Por qué te necesitaba tanto. Comencé a preguntarme si te pasaba lo mismo. No se si a este extremo, pero por lo menos un minuto de nostalgia por mi; ¿pasaría con vos? ¿Por qué me sentía tan mal? ¿por qué te necesitaba tanto?. Eso quería saber, pero mi mente no daba respuestas, solo preguntas, preguntas y más preguntas, y las preguntas no se responden con otras. Necesitaba respuestas. ¿Pero por qué necesitaba respuestas? ¿Por qué necesitaba saber todo esto? quizás solo quería un momento de nostalgia, de tristeza, y la tristeza siempre es más linda con música, y todo siempre es más lindo con vos.

Ese vacío en el medio del alma, ese nudo en la garganta, esa lágrima en los ojos, esa herida en el corazón. Siento su ausencia, siento la ausencia de ese otro cincuenta por ciento de mi, siento la ausencia de esa mitad de mi vida. Me falta mi mitad, me faltan las piernas. Me cuesta no pensar en él. Me cuesta apartarlo de mi mente; porque siempre está presente en cada movimiento, en cada palabra, en cada suspiro. Siempre esta él. Siempre está presente en mi corazón (y jamás se va a ir de allí).

estado total de soma

Te veía y entraba en un estado total de soma. La sonrisa más ridícula aparecía debajo de mi nariz, y mis ojos solo veían lo que querían: a vos. Todo lo demás parecía no tener sentido alguno. Lo único que parecía importante en ese momento era tu presencia, tus caricias, tus besos, tus miradas, tus palabras, vos, nada más que vos.

no es tan difícil { para mi }


Aquel día que decidí olvidarlo, aquel día que dije que ya no iba a estar más en mi mente, aquel día que prometí jamás volver a nombrarlo, aquel día que juré dejar de desearlo, aquel día que tomé esa decisión de sacarlo de mi cabeza, para siempre, de ya no sentir nada más por él, ya no desear sus besos, ya no esperarlo, ya no quererlo, ni amarlo, ni querer tocarlo, ni besarlo; aquel día en que hice tantas promesas para olvidarlo, lo olvidé.

much more than a journey...

Estoy tan feliz que todo lo demás 
simplemente me chupa un huevo :) 
28.03.12






Dos dos dos dos dos dos dos dos dos dos dos dos 
dos dos dos dos dos dos dos dos dos uno. BASTA :)
02.04.12

                                           









Me tuve que ir sin mirar atrás, no quise ver todo lo que dejaba, no quise verte por última vez, me bastó con ese interminable pero a la vez tan corto abrazo. Gracias a ese suave "te amo" pude contener las lágrimas de tristeza y largar las de felicidad. Quiero agradecerte a vos, gracias a tus palabras, a tus abrazos, a tus besos, GRACIAS en serio por todas esas pequeñas cosas que me hicieron sentir feliz aunque sea por algunos días.
05.04.12




Que lindo es darse cuenta de que esa persona, a pesar de toda la distancia y todos los desencuentros que hay en el medio, sigue sintiendo el mismo sentimiento de siempre. Darse cuenta de que no te olvida, ni a vos ni cada uno de los momentos que pasaron juntos. Darse cuenta de que sigue amándote como desde el principio, como desde siempre, nunca dejó de sentir lo que sentía por vos, nunca te olvidó, nunca te borró de su mente. Siempre fue igual, nunca nada cambió.
Los cambios suelen estar buenos, pero es este caso es mucho mejor que todo siga igual.
05.04.12







26.2.12

Si estas leyendo esto
SONREÍ

29.1.12

Today     may     be     your     lucky     day.
Enamorada del amor

11.1.12

Que vida monótona la mia, tirada en la cama, con la compu rosa, el aire acondicionado a todo lo que da, el sol asomándose por la ventana, art attack en la tele; lo único que varía en este día es que estoy acariciando un gato que no es mio. 








A ver Lula si empezamos a cambiar un toque las cosas.

30.12.11

La última hoja

Esta historia transcurre en la Francia de 1900, en los comienzos de un durísimo invierno.
Marie era una niña de 11 años que vivía en una antigua casa parisina. Desde que el frío se había hecho sentir, ella empezó a quejarse de un intenso dolor en la espalda que se volvía intolerable al toser. Cuando el médico fue a verla, le dio su madre el diagnóstico que más temía: tuberculosis.
En esa época, todavía sin antibióticos, la infección era casi una garantía de muerte. Lo único que los médicos podían hacer era recetar algunos paliativos para el dolor, cuidados generales, reposo... y fe.
-Estos pacientes, como casi todos –les dijo el profesional– tienen más posibilidades de curarse si luchan contra la enfermedad; si Marie dejara de pelear por su vida, moriría en algunas semanas – y luego agregó, sabiendo que era más un deseo que un pronóstico -. Estoy seguro de que si la mantenemos calentita, bien alimentada y con muchos deseos de vivir, cuando el invierno pase, ella estará fuera de peligro y la tuberculosis será sólo un mal recuerdo.
Cuando el doctor se fue, la madre de la niña miró el calendario. Faltaban todavía dos largos meses para que llegara la primavera…
Sabiendo que ninguno de sus compañeros de clase vendría a verla, por el comprensible aunque injustificado temor al contagio, la madre se llegó hasta la escuela de Marie para rogarle a la maestra a que se acercase a casa a darle algunas clases, no tanto por el aprendizaje como por emplear algo de su tiempo de encierro y aburrimiento. La maestra le dijo que no podía hacerlo. Lo sentía, pero había cuatro niños en el curso en la misma situación, ella no podía ocuparse de ellos, debía cuidar de los que todavía asistían a clase.
Al día siguiente, mientras colgaba guirnaldas caseras por la casa tratando de contagiar la alegría que no sentía por las fiestas, la madre vio la pálida cara de su hija y la tristeza reflejada en su expresión. Fue entonces cuando tuvo la idea. Con la ayuda de la casera, se ocupó esa mañana de mover todos los muebles de la casa para poder llevar la cama de Marie junto a la ventana de la sala que daba al pequeño patio central compartido. Desde allí, pensó la madre, por lo menos verá ese pequeño patio interior, el ciprés en el centro del jardín, las enredaderas en las paredes, las ventanas de los otros dos edificios. Seguramente, se dijo, se distraerá aunque sea viendo a la gente pasar de ida y de vuelta de sus ocupaciones o de sus compras de fin de año.
Entrado enero, el invierno se volvió más y más frío, y con ello la niña se agravó. Más de una noche un ataque de tos terminó con vómito de sangre y la consiguiente desesperación de la pobre jovencita y de su madre.
Una mañana al volver de la compra, la madre encontró a Marie con la mirada perdida de cara al ventanal.
Nada tenía que ver ya esa niña con la Marie que ella recordaba de apenas unas semanas atrás. La madre la abrazó con fuerza sosteniendo la cabeza de su hija contra su pecho, tratando de que su hija no se diera cuenta de que lloraba. La niña señaló hacia el patio y le dijo:
-Mira, mami, ¿ves esa enredadera en la pared del edificio de enfrente? Hace semanas estaba llena de hojas, algunas más verdes, otras más amarillas. Mírala ahora qué pocas hojas le quedan. Acabo de pensar que cuando la última de las hojas de la enredadera caiga, mi vida también llegará a su fin.
-No tienes que pensar en eso- le dijo su madre, acomodando las almohadas y secándose las lágrimas de espaldas a la niña-. En primavera, de todas las enredaderas surgen nuevas hojas y la vida verde vuelve a nacer.
-Pero son otras hojas...- pensó la jovencita sin decirlo.
La enfermedad seguía su curso con altas y bajas, pero cada vez que el médico venía a visitarla veía cómo el ánimo de la paciente decaía en la misma magnitud que su estado general.
Hasta que una mañana la madre descubrió a Marie muy interesada, mirando hacia arriba por la ventana. Sin querer interrumpir, la madre se acercó con cuidado tratando de ver qué es lo que llamaba la atención de su hija. Se trataba de un joven pintor que, junto a su ventana en el tercer piso del edificio de frente, pintaba con colores vivos imágenes de París: Notre-Dame,Montmartre, el Moulin Rouge...
Por primera vez en muchos días, la madre vio a Marie entusiasmada alegre. La madre compartía esa alegría, algo por fin había captado su interés, quizás ella pudiera convencer al joven pintor para ayudarla.
Esa misma tarde la madre cruzó hacia el edificio y llamó a la puerta del artista. Cuando el joven y estrafalario artista abrió, le contó que era la madre de una niña que vivía en la planta baja, en el edificio de enfrente, le dijo que padecía una grave enfermedad, y lo que el médico había dicho.
-Lo siento mucho, señora- dijo el pintor -pero no entiendo para qué ha venido a contarme todo esto.
-Vine a pedirle que se acerque a darle algunas clases de dibujo, o de pintura a Marie. A ella siempre le interesó el arte, ¿sabe usted?.. Si usted pudiera bajar a casa de vez en cuando a charlar con Marie… yo, por supuesto, le pagaré lo que pida...- y con un tono de ruego terminó diciendo-. Su vida ¿sabe?, quizá depende de que usted acepte el encargo.
No por el dinero sino por la pena que le daba la imagen de la niña que ya había visto desde la ventana, el joven artista empezó a bajar un día sí y otro también a casa de Marie, llevando consigo algunas telas, carbones y colores para hablar de pintura y para animar a la joven a que utilizase su tiempo en cama para dibujar y pintar.
Durante las siguientes semanas, creció entre ellos una extraña amistad.
Una tarde, cuando el pintor bajó a verla, Marie lloraba en su cama.
-¿Qué sucede, mon cher?- le preguntó. Marie le contó de su relación con la enredadera y luego le dijo:
-Ayer, después de que te fuiste, hubo mucho viento y muchas hojas cayeron. Cuando la tormenta pasó conté las hojas que quedaban. De las miles que había entre sus ramas sólo quedan veintiocho. Yo sé lo que eso significa: si se cayeran todas hoy, no habría un mañana para mí.
El pintor intentó convencer a Marie de que esa asociación era una tontería:
-La vida seguirá de todas maneras- le dijo -, no debes pensar jamás así. Tienes que practicar las escalas de colores y dibujar las manzanas que te pedí; si no, nunca llegarás a exponer. De hecho, gracias a haber practicado mucho en mi vida me ha llegado una invitación para exponer mis pinturas en América.
-¿Te irás?- preguntó Marie, sin querer escuchar la respuesta.
-Volveré en Mayo como muy tarde- le dijo el pintor-. Allí, si has practicado iremos a pintar en alcampiña, recorreremos los museos y te enseñaré a pintar con óleo.
-No sé si estaré cuando regreses, pintor- contestó Marie-. Depende de la enredadera.
El artista, encariñado con la jovencita, la abrazó y prefirió no hablar de esa fantasía. Sólo la besó en la frente y le dejó indicaciones de qué hacer para estar ocupada hasta que él regresase.
Cuando se fue, Marie sintió como si el mundo se le derrumbara y en un negro presagio vio como, mientras el pintor cruzaba hacia su casa, el viento arrancaba de la enredadera tres hojas de golpe y las dejaba caer violentamente en el patio.
Desde ese día, cada mañana la niña controlaba desde su ventana la cantidad de hojas que quedaban en la enredadera... y cada mañana registraba un agudo dolor en el pecho cuando comprobaba que, durante la noche, alguna de sus acompañantes había caído para siempre.
-¿Qué pasa, hija?- le preguntó su madre, después de una agitada y febril noche.
-Mira, mamá- dijo Marie, señalando por la ventana-. Sólo quedan tres hojitas: una abajo junto al cuadro, otra en mitad de la pared y una más solita, arriba de todo, al lado de la ventana del pintor. Tengo miedo, mamá.
-No te asustes- contestó la madre, con una convicción que no tenía-. Esas hojitas van a aguantar; son las más fuertes, ¿entiendes? Sólo faltan dos semanas para que llegue la primavera.
La mirada divertida de Marie se transformó en la oscura expresión de un obsesivo control de las pobres tres hojitas. Y una noche de febrero, en medio de una feroz tormenta de viento y lluvia, la hoja del medio se soltó de su amarra y voló lejos. Marie no dijo nada pero redobló sus rezos para pedirla al buen Dios que prometiera sus hojitas.
-Mamá- gritó una mañana -. Mamá, ven.
-¿Qué pasa, hija?
-Queda sólo una, mami, sólo una. La de debajo de todo se cayó anoche. Me voy a morir mami, me voy a morir. Por favor abrázame, tengo miedo, mamita. Mucho miedo.
-Hay que tener fe, hijita- dijo la madre tragando saliva y reprimiendo el llanto de su propio miedo-. Además, faltan pocos días para la primavera y todavía queda una hoja. Es la hoja campeona ¿sabes?
-Sí, pero hace un rato la vi temblar... Tápame, mamá, tengo frío.
La madre la arropó con sus mantas y fue a buscar unos paños húmedos. La niña tenía mucha fiebre.
Cada momento que Marie estaba despierta miraba por la ventana a la única hoja que todavía resistía. En la punta de la enredadera, la pequeña hoja marrón verdoso se aferraba solitaria a su base, y la niña, al verla, cruzaba instintivamente los dedos pidiéndole que resistiera para que ella también pudiera salvarse.
Y la hoja resistía... Nieve, lluvia y viento.
Pasaron los días y la hoja aguantó...
Hasta que una mañana, mientras Marie miraba su esperanza, vio que un rayo de sol iluminaba la hoja, y descubrió que a su lado y más abajo en la enredadera pequeños botones verdes habían empezado a aparecer.
-Mami, mami, la hoja ha resistido, llegó la primavera, mami. ¿No es maravilloso?
La madre corrió junto a su hija y la abrazó con lágrimas en sus ojos. Ella no pensaba en la enredadera sino en su hija, que también se había salvado.
-Sí, hija, es maravilloso.
Pasaron los días y la niña comenzó a recuperar sus fuerzas muy despacio.
En la primera salida a la calle que el médico autorizó, Marie corrió al edificio de enfrente para preguntar por su amigo el pintor.
La casera se sorprendió al verla, quizás porque no era habitual que alguien sobreviviera a la tuberculosis.
-Me alegro de que estés bien- le dijo mientras la besaba con sincera alegría-. Tu amigo todavía no ha vuelto, pero me ha asegurado que en unas semanas lo tendremos por aquí. Mandó esto para ti. Y remetiendo la mano en su escote, le alargó una carta para ella:
PARA ENTREGAR A MI AMIGA MARIE
“Hola, Marie. Tal como ves, todo ha pasado. Para cuando leas esto faltarán días para retomar
nuestras clases de pintura. Yo he comprado nuevos colores y pinceles; así que quiero regalarte los que fueron míos.
Dile a la casera que te abra mi apartamento y llévate mis cosas. Practica mucho, recuerda las manzanas… y las escalas de colores.”
La niña saltaba de alegría. Después de pedir la llave a la casera, subió a la pequeña buhardilla a por sus pinturas.
Una vez allí, se acercó a recoger el atril que estaba, como siempre, junto a la ventana.
Mirando hacia fuera vio, desde arriba, su propia cama en el edificio de enfrente. Sin pensarlo, Marie abrió la ventana e instintivamente buscó a su amiga la hoja heroica, la que aguantó todo, la más fuerte de todas las hojas.
Y la vio. Allí estaba en la pared, a un lado, muy cerca del marco de madera de la ventana. Allí estaba. Pero no era una hoja verdadera, era una hoja que había pintado en el ladrillo su amigo el pintor...
Tengo la FUCKING esperanza
de que los milagros existen.



(sí existen.)

16.11.11

Buenas noches,
mucho gusto,
eras un chico más.
Después de cinco minutos
ya eras alguien especial.
Live each day as if it were your last, because someday it will.
Él no es perfecto. Tú tampoco lo eres, y ustedes dos nunca serán perfectos. Pero si él puede hacerte reir al menos una vez, te hace pensar dos veces, y si él admite ser humano y cometer errores, no lo dejes ir y dale lo mejor de tí. Él no va a recitarte poesía, el no está pensando en ti en todo momento, pero te dará una parte de él que sabe que podrías romper. No lo lastimes, no lo cambies,y no esperes de él más de lo que puede darte. No analises. Sonríe cuando te haga felíz, grita cuando te haga enojar, y extráñalo cuando no esté. Ama con todo tu ser cuando recibas su amor. Porque no existen los chicos perfectos, pero siempre habrá un chico que es perfecto para t í.




El kapo de Bob Marley, obviamente.